"El asistencialismo
hace de quien recibe la asistencia un objeto pasivo, sin oportunidad de
participar en el proceso de su propia recuperación. El gran peligro del
asistencialismo está en la violencia del antidiálogo, que impone al hombre
mutismo y pasividad, no le ofrece condiciones especiales para el desarrollo o
la apertura de su conciencia que, en las democracias auténticas, ha de ser cada
vez más crítica. El asistencialismo es una forma de acción que roba al ser
humano las condiciones para el logro de una de las necesidades fundamentales de
su alma: la responsabilidad.
El tránsito hacia una mayor humanización de las
personas, no podrá hacerse ni mediante el engaño, ni mediante el miedo, ni
mediante la fuerza, sino con una educación valiente, ofreciendo al pueblo la
reflexión sobre sí mismo, sobre su tiempo, sobre sus responsabilidades, sobre
su papel en la nueva cultura de la época de transición. Una educación que
facilite la reflexión sobre su propio poder de reflexionar, y que tanga su
instrumentación en el desarrollo de ese poder, en la explicación de sus
potencialidades, de la cual nacería su capacidad de opción.
La transitividad
crítica, a la que llegaríamos con una educación dialogal y activa, orientada
hacia la responsabilidad social y política, se caracteriza por la profundidad
en la interpretación de los problemas. Por la sustitución de explicaciones
mágicas por principios causales. Por tratar de comprobar los descubrimientos y
estar dispuesto siempre a las revisiones. Por negar la ransferencia de nuestras
responsabilidades. Por la seguridad de la argumentación. Por la práctica del
diálogo y no de la polémica.
Lo místico, con lo cual se envuelve la conciencia
fanática, implica una preponderancia de la irracionalidad. La posibilidad de
diálogo se suprime o disminuye intensamente y el hombre queda vencido o dominado
sin saberlo, aún cuando pueda creerse libre. Teme la libertad, aún cuando hable
de ella. Le gustan las formulas generales, las prescripciones, que sigue como
si fuesen opciones suyas. Es un dirigido, No se dirige a sí mismo. Pierde la
dirección del amor. Perjudica su poder creador. Es objeto y no sujeto.
Debe
plantearse una educación que posibilite al hombre para la discusión valiente de
su problemática, de su inserción en esta problemática, que lo advierta de los
peligros de su tiempo para que, conciente de ellos, gane la fuerza y el valor
para luchar. Educación que lo coloque en diálogo constante con el otro, que lo
predisponga a constantes revisiones, a análisis críticos de sus
descubrimientos, a una cierta rebeldía, en el sentido más humano de la expresión;
que lo identifique, en fin, con métodos y procesos científicos".
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