jueves, 27 de septiembre de 2012

Fragmento de "El Libro de los abrazos" - Eduardo Galeano.

El libro de los abrazos

En los suburbios de La Habana, llaman al amigo mi tierra o mi sangre.
En Caracas, el amigo es mi pana o mi llave: pana, por panadería, la fuente del buen pan para las hambres del alma; y llave por...
-Llave, por llave -me dice Mario Benedetti.
Y me cuenta que cuando vivía en Buenos Aires, en los tiempos del terror, él llevaba cinco llaves ajenas en su llavero: cinco llaves, de cinco casas, de cinco amigos: las llaves que lo salvaron.

Extraído de El Libro de los Abrazos de Eduardo Galeano
 
 
 
Todos tenemos amigos en quienes confiamos y sin los cuales nuestra vida estaría un poco más vacía. Nos hacen reír, nos escuchan y nos apoyan en los momentos difíciles... y es que a veces no importa tanto la cantidad de amistades que se tengan como  el valor que le otorguemos a la misma.
Por suerte, yo  también puedo contar con esas cinco llaves. :)

martes, 25 de septiembre de 2012

"Oración de un desocupado" - Juan Gelman


     Padre,
desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.

Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay,
bájate un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma, mírame
el corazón,
yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean,
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo y voy
a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello
porque no puedo más, tengo riñones
y soy un hombre,
bájate, qué han hecho
de tu criatura, Padre?
un animal furioso
que mastica la piedra de la calle?

     Juan Gelman
Violín y otras cuestiones (1956)
 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

"El otro yo"- Mario Benedetti

El otro yo


Ilusiones ópticas - De frente o de perfilSe trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la naríz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.
El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse imcómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.
Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo qué hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Éste no dijo nada, pero a la mañama siguiente se había suicidado.
Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.
Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le llenó de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas . Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando.Y pensar que parecía tan fuerte y saludable».
El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.
 
 
Después de leer este texto, me planteo varias preguntas: ¿Somos capaces de reconocer nuestro comportamiento en cualquier situación? ¿Qué pasa si, como le sucede a Armando, el "otro yo" nos incomoda? 
Podemos llegar a conocernos casi por completo, pero siempre surgirán nuevas situaciones que provocarán modificaciones en nuestra personalidad. Sin embargo, es necesario el reconocimiento de todas nuestras facetas, para conseguir la estabilidad emocional.

sábado, 15 de septiembre de 2012

"Ensayo sobre la lucidez" - J.Saramago

"...La impresionante tranquilidad de los votantes en las calles y dentro de los colegios electorales no se correspondía con la disposición de ánimo en los gabinetes de los ministros y en las sedes de los partidos. La cuestión que más les preocupa a unos y a otros es hasta dónde alcanzará esta vez la abstención, como si en ella se encontrara la puerta de salvación para la difícil situación social y política en que el país se encuentra inmerso desde hace una semana. Una abstención razonablemente alta, o incluso por encima de la máxima verificada en las elecciones anteriores, mientras no sea exagerada, significaría que habríamos regresado a la normalidad, la conocida rutina de los electores que nunca creen en la utilidad del voto e insisten contumazmente en su ausencia, la de los otros que prefieren aprovechar el buen tiempo para pasar el día en la playa o en el campo con la familia, o la de aquellos que, sin ningún motivo, salvo la invencible pereza, se quedan en casa.
Si la afluencia a las urnas, masiva como en las elecciones anteriores, ya mostraba, sin margen para ninguna duda, que el porcentaje de abstenciones sería reducidísimo, o incluso prácticamente nulo, lo que más confundía a las instancias oficiales, lo que estaba a punto de hacerles perder la cabeza, era el hecho de que los electores, salvo escasas excepciones, respondieran con un silencio impenetrable a las preguntas de los encargados de los sondeos sobre el sentido de su voto, Es sólo a efectos estadísticos, no tiene que identificarse, no tiene que decir cómo se llama, insistían, pero ni por ésas conseguían convencer a los desconfiados votantes. Ocho días antes los periodistas consiguieron que les respondieran, es cierto que con tono ora impaciente, ora irónico, ora desdeñoso, respuestas que en realidad eran más un modo de callar que otra cosa, pero al menos se intercambiaban algunas palabras, un lado preguntaba, otro hacía como que, nada parecido a este espeso muro de silencio, como un misterio de todos que todos hubieran jurado defender.
A mucha gente ha de parecerle singular, asombrosa, por no decir imposible de suceder, esta coincidencia de procedimiento entre tantos y tantos millares de personas que no se conocen, que no piensan de la misma manera, que pertenecen a clases o estratos sociales diferentes, que, en suma, estando políticamente colocadas en la derecha, en el centro o en la izquierda, cuando no en ninguna parte, decidieran, cada una por sí misma, mantener la boca cerrada hasta el recuento de los votos, dejando para más tarde la revelación del secreto. Esto fue lo que, con mucha esperanza de acertar, quiso anticiparle el ministro del interior al primer ministro, esto fue lo que el primer ministro se apresuró a transmitirle al jefe de estado, el cual, con más edad, con más experiencia y más encallecido, con más mundo visto y vivido, se limitó a responder en tono de sorna, Si no están dispuestos a hablar ahora, deme una buena razón para que quieran hablar después..."
 

    La temática de este ensayo está íntimamente relacionada con la personalidad e ideología del autor. En este caso, el objetivo de Saramago reside en realizar una crítica feroz al estamento político, denunciando los abusos de poder que se dan en gran parte de las sociedades actuales y poniendo en entredicho los pilares de la democracia.
   No obstante, también el autor otorga a la obra cierto toque esperanzador pues, en última instancia, deja entrever el poder que todavía tienen los ciudadanos, haciendo especial énfasis  en su rotunda confianza en la sociedad civil.
 
   ¿Qué sucedería si, contra todo pronóstico, los ciudadanos reaccionásemos así en las próximas elecciones? ¿Realmente, como individuos, tenemos el poder para cambiar las cosas? ¿Por qué no lo hacemos entonces y optamos por la resignación?
 
  

martes, 11 de septiembre de 2012

Neil Diamond - "Sweet Caroline"



Hay canciones que consiguen hacerte olvidar los problemas o preocupaciones que tengas. No importa tanto el mensaje como la combinación del ritmo y la letra. Si a esto le añadimos que es una de las canciones que pertenecen a la BSO de la película "Beautiful girls", el efecto es inmejorable.

¿No pensáis que, por mucho que escuchemos una canción, las sensaciones que ésta nos evoque serán siempre diferentes? Dependiendo de nuestro estado de ánimo y la intensidad de nuestras emociones, una misma canción será capaz de transmitir percepciones distintas.

¿Cuál es vuestra canción? :)

viernes, 7 de septiembre de 2012

"Bajo una pequeña estrella" - Wislawa Szymborska

Bajo una pequeña estrella

Wislawa Szymborska

Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos, cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas y que me esfuerce
después para que parezcan ligeras.

Wislawa Szymborska (Polonia, 1923)Premio Nobel de Literatura 1996

jueves, 6 de septiembre de 2012

"Dóna'm la mà" - Joan Salvat-Papasseit

Dona’m la mà


Dóna’m la mà que anirem per la riba
ben a la vora del mar

bategant,
tindrem la mida de totes les coses
només en dir-nos que ens seguim amant.

Les barques llunyes i les de la sorra
prendran un aire fidel i discret,
no ens miraran;

miraran noves rutes
amb l’esguard lent del copsador distret.
Dóna’m la mà i arrecera la galta
sobre el meu pit, i no temis ningú.
I les palmeres ens donaran ombra.
I les gavines sota el sol que lluu

ens portaran la salabror que amara,
a l’amor, tota cosa prop del mar:
i jo, aleshores, besaré ta galta;
i la besada ens durà el joc d’amar.

Dóna’m la mà que anirem per la riba
ben a la vora del mar

bategant;
tindrem la mida de totes les coses
només en dir-nos que ens seguim amant.



Joan Salvat-Papasseit,
de L’irradiador del port i les gavines.

"Prefiero que ames"-Víctor Hugo

PREFIERO QUE AMES
    
Te deseo primero que ames, y que amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar y que después de olvidar, no
guardes rencores.

Deseo, pues, que no sea así, pero que si es, sepas ser sin desesperar.

Te deseo también que tengas amigos y que, incluso malos e inconsecuentes,
sean valientes y fieles, y que por lo menos haya uno en quien puedas confiar
sin dudar.

Y porque la vida es así, te deseo también que tengas enemigos.

Ni muchos ni pocos, en la medida exacta, para que, algunas veces, te cuestiones
tus propias certezas.

Y que entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo, para que no te sientas
demasiado seguro.

Te deseo además que seas útil, mas no insustituible. Y que en los momentos malos,
cuando no quede más nada, esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie.

Igualmente, te deseo que seas tolerante; no con los que se equivocan poco, porque
eso es fácil, sino con los que se equivocan mucho e irremediablemente, y que
haciendo buen uso de esa tolerancia, sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no madures demasiado deprisa, y que ya maduro, no
insistas en rejuvenecer, y que siendo viejo no te dediques al desespero. Porque
cada edad tiene su placer y su dolor y es necesario dejar que influyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste. No todo el año, sino apenas un día. Pero que en
ese día descubras que la risa diaria es buena, que la risa habitual es sosa y la risa
constante es malsana.

Te deseo que descubras, con urgencia máxima, por encima y a pesar de todo, que
existen, y que te rodean, seres oprimidos, tratados con injusticia y personas infelices.

Te deseo que acaricies un gato, alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero erguir
triunfante su canto matinal, porque de esta manera te sentirás bien por nada.

Deseo también que plantes una semilla, por más minúscula que sea, y la acompañes
en su crecimiento, para que descubras de cuantas vidas está hecho un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero, porque es necesario ser práctico. Y que por
lo menos una vez por año pongas algo de ese dinero frente a ti y digas: "Esto es mío",
solo para que quede claro quien es el dueño de quien.

Te deseo también que ninguno de tus afectos muera, pero que si muere alguno,
puedas llorar sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que, siendo hombre, tengas una buena mujer, y que siendo mujer,
tengas un buen hombre, mañana y al día siguiente, y que cuando estén exhaustos
y sonrientes, hablen sobre amor para recomenzar.

Si todas estas cosas llegaran a pasar, no tengo mas nada que desearte.

Víctor Hugo

Alicia


Eran las seis de la tarde y todo a su alrededor sucedía sin demasiada urgencia. Alicia permanecía tumbada en el sofá, absorta en sus pensamientos, comprobando que cada vez eran más recurrentes las imágenes de un suceso que no sabía si era real o producto de su imaginación. Se sentía extraña, aislada en un mundo que permanecía impasible ante las desgracias ajenas y en el que las personas se limitaban a sobrevivir, preocupadas por ellas mismas o, como mucho, por su núcleo más cercano.

Hace algún tiempo, Alicia se dio cuenta de que lo que realmente necesitaba no era sobrevivir al día a día, sino más bien deseaba vivir cada momento, por insignificante que pareciera, como único e irrepetible.

Sin embargo, mientras estos pensamientos se revelaban de forma caótica,  la visión de ella misma deambulando por las calles abarrotadas de gente, sin rumbo fijo, ausente y percibiendo tan solo parte del ruido que se generaba en la atmósfera, le transmitía un sinfín de emociones negativas que poco tenían que ver con la actitud que presumiblemente había adoptado. ¿Se había convertido también, como los demás, en una persona egoísta e insensible? Al reflexionar sobre esta cuestión, no pudo dejar de analizar sus relaciones personales. Sí, tenía un amplio grupo de personas conocidas, algunas de las cuales podía considerar que eran importantes en su vida, pues necesitaba estos vínculos afectivos para sentirse bien consigo misma y echaba en falta a esas personas en su ausencia. No obstante, ¿estaba transmitiendo lo importante que éstas eran para ella o se limitaba a mostrar sus sentimientos de forma superficial?

Alicia sabía que para cambiar realmente su actitud, no podía limitarse a la omisión de conductas desadaptativas ni a utilizar mecanismos de defensa cuando una situación o un hecho le resultaran incómodos, sino que debía también indagar en el origen de sus emociones para, posteriormente, modificar su forma de enfrentarse a los demás. Pero, ¿cómo podía hacer eso sin inflingirse daño alguno? Fue entonces cuando se dio cuenta de que para conocerse a uno mismo, es necesario asumir los defectos y las debilidades.


 Maria Candel.





 
 
 

martes, 4 de septiembre de 2012

Micropoema- Alejandra Pizarnik


“Ella se desnuda en el paraíso
de su memoria,
ella desconoce el feroz destino
de sus visiones,
ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe”


                     Alejandra Pizarnik




 

Fragmento de "El corazón helado"-Almudena Grandes

Ignacio no era consciente de eso, no logró serlo hasta que volvió a estar vivo, a ser un hombre, y entonces, cuando recuperó la razón, la sensibilidad y la fe junto con su naturaleza verdadera, le costó trabajo aceptarlo. Los humanos son seres que desean y la desesperación les arrebata su propia esencia, los deseca, los destripa, los arruina, los expulsa de sí mismos por el camino templado y engañoso que conduce al destino de las cosas, al cansancio de los vegetales polvorientos de los minerales enterrados e inertes. En el puerto de Alicante, donde expiró la esperanza, sonaban los disparos un día tras otro, un cuerpo tras otro, a veces muy seguidos, a veces espaciados por horas largas como eternidades y él miraba al mar, agua inmóvil, vacía, desierta de los barcos que nunca llegarían, la salvación que ya no se atrevían a esperar quienes no tendrían siquiera la oportunidad de probar la amargura del exilio. Ellos eran los últimos leales, los traicionados por todos, la carne de paredón, el codiciado botín de guerra de los vencedores.
En el puerto de Alicante se habían reunido muchos miles de personas, pero ninguna tenía ganas de hablar. Nadie se atrevía ya a repetir que no, que no, que no, no nos entregarán, no nos dejarán aquí, no pueden hacernos eso, vendrán a buscarnos, tendrán que mandar barcos, Blum, no, los franceses no, y los ingleses, a la hora de la verdad, tampoco, las democracias, los europeos, no pueden hacernos esto.. Ya nadie hablaba, ni siquiera los más sombríos, los que no se despedían de nadie mientras buscaban la pistola con dedos sigilosos, y se pooyaban el cañon en la sién, y disparaban, y los disparos sonaban, y los cuerpos caían al suelo como fardos, como bultos, como árboles talados a destiempo, y él miraba al mar, agua inmóvil, vacía, escuchaba los disparos, oía caer los cuerpos y no volvía la cabeza, no miraba, no veía no quería saber. A veces se escuchaban gritos, lamentos, sollozos de niños o de adultos que lloraban como niños. Los adultos no sabían llorar de otra manera en el puerto de Alicante y él miraba al mar para no ver, para no mirar, para no saber que otro español más había preferido morir a seguir viviendo en España, en la tierra donde había nacido, donde había crecido, donde se había enamorado y había visto nacer a sus hijos, en el país por el que había luchado durante tres años, por el que había pasado hambre y miedo y frío y la soledad insoportable de una guerra larga, en la patria por la que lo había arriesgado todo, por la que lo había perdido todo, por la que acababa de morir. Ignacio Fernández Muñoz miraba al mar traidor y no volvía la cabeza para no ver, para no mirar, para no contar el número de los suicidas.
 

lunes, 3 de septiembre de 2012

HD Strange Things Will Happen-The Radio Dept. LYRICS ESPAÑOL-INGLÉS



BSO de "Bon Appétit, historias de amigos que se besan", una película que trata sobre la amistad, el amor y la complejidad de las relaciones humanas.

domingo, 2 de septiembre de 2012

"La esperanza y la utopía" - Silvia Bleichmar

Lo que torna a Caperucita Roja una ingenua no es haberle creído al lobo, sino haber convertido la evidencia acerca de las enormes orejas, la gran nariz, las manos peludas, en objeto de una interrogación al servicio de la desmentida, buscando en las respuestas que recibía una racionalidad que anulara su profunda sospecha de que no estaba, en realidad, frente a su abuelita. Por eso, en lugar de huir, siguió preguntando, no a la búsqueda de la verdad que de algún modo conocía, sino en el intento de que la respuesta oficiara al servicio de su deseo de anulación de la percepción: orejas grandes para oírte mejor –qué mayor halago que ése–, manos grandes para tocarte mejor –qué hermoso, cómo me quiere mi abuelita–, ojos grandes para mirarte mejor –soy tan bella, objeto de la mirada amorosa, que requiere ojos grandes para poder apreciarla. Boca grande para comerte mejor, y ya es tarde, ya está en las fauces y en la barriga del lobo, hasta que alguien venga a liberarla, porque no sólo ha quedado atrapada sino que ha cedido las pocas fuerzas que tenía para evitar su captura o destruir a su captor.

La ingenuidad no es una virtud, y si se la presenta como tal es porque en ella se sostiene el beneficio de quienes se aprovechan del que la padece, ya que se caracteriza por un ejercicio de la creencia sin empleo de juicio crítico para separar lo verdadero de lo falso, lo posible de lo imposible, y, muy en particular, y ése es su mayor problema, para desestimar el reconocimiento de aspectos visibles de la realidad que descalificarían el deseo de que ésta fuera diferente.

Pero, como lo demuestra Caperucita, detrás de la ingenuidad hay un deseo de obtener algo, y si bien la víctima de su propia ingenuidad podría merecer nuestra simpatía, es indudable que su motivación no es tan pura como se supone: quien compra un billete premiado de lotería cree aprovecharse de un paisano que debe volver a su pueblo para hacerse cargo de un pariente enfermo; quien compra un buzón supone que el pobre hombre que se lo está vendiendo ya no puede estar en esa esquina porque padece alguna tragedia que lo captura. Y, sin duda, quien compra la presunta honestidad de un dirigente político corrupto lo hace cerrando los ojos a la evidencia para lograr algún tipo de beneficio, que no es necesariamente complicidad en el robo pero sí cierto statu quo que le garantiza no modificar las condiciones en las cuales sobrevive, instalado muchas veces solo en un huequito que lo protege y al mismo tiempo le impide darse cuenta de que si el mundo exterior está lleno de acechanzas, también lo está de oportunidades que no se adquieren sin riesgo.

La ingenuidad, francamente, me produce rechazo. De ingenuos está llena la complicidad de “los inocentes” con el terrorismo de Estado, con los ladrones de bienes públicos, con los golpeadores familiares, con la injusticia en general. El ingenuo, “el inocente”, como diría Broch, no es sino alguien que cierra los ojos a la amenaza o al sufrimiento hasta que éste se le viene encima. La ingenuidad política es, también, des-responsabilidad.

Por el contrario, la esperanza, si bien se esfuerza para cumplir un deseo, sostiene su racionalidad en la apreciación de los hechos de la realidad, y en su posibilidad de incidir en ellos. Se tiene esperanza no sólo cuando se aspira a que algo cambie en una dirección deseable, sino también cuando se avizoran las condiciones que lo posibilitan; y más esperanza se tiene cuando se participa de la oportunidad de lograrlo. A diferencia del iluso, pariente demenciado del ingenuo, la esperanza implica una evaluación de las condiciones de realización futura de un logro no alcanzado. Pero, como tal, supone un reconocimiento de los recursos posibles y de su empleo.

Que la esperanza se sostenga sobre el trasfondo de los sueños de los seres humanos es inevitable: en el horizonte mismo está aquello que se anhela, pero se sabe que sólo traza una dirección de recorrido, y no realmente una meta. Del mismo modo ocurre con la Utopía ; el error es considerarla objetivo político y no horizonte ético de la acción, ya que a través de los principios que sostienen su vigencia trasciende la posibilidad de rehusarse a la desigualdad como destino y al sufrimiento de las mayorías como única opción viable. Los descreídos pretenden que todo esperanzado es un ingenuo. En realidad, atacan la esperanza desde un lugar que está signado por la desilusión. Como las jovencitas que no creen en el amor porque al primer desencuentro se convencieron de que no hay príncipe azul y por eso afirman que toda enamorada es una ingenua –ya que el hombre encontrado nunca será el de la imagen soñada–, los descreídos corroen las posibilidades de vida de quienes luchan por hacer realidad sus sueños y por aceptar que entre el espacio virtual del deseo y el espacio real de la vida no necesariamente hay disociación, pero sí un recorrido que sólo se acorta, sin agotarse nunca, con acciones tendientes a modificar la distancia.

El desencantado es en realidad un ingenuo que deformó su propia percepción de la realidad, desmintió de ella los aspectos que lo desilusionaban, confió de manera pasiva en que se le diera como la deseaba y vive añorando su propia creencia pero avergonzado de ella, ya que nunca terminó de protagonizarla. Como Caperucita, que al menos tiene la dignidad de no acusar al lobo de haberla engañado ya que sería inadmisible aun para su infantil inteligencia reprocharle al lobo que sea lobo, el ingenuo desengañado debería reconocer que, como dice Amos Oz, “la desilusión es el sobreprecio acumulado del autoengaño”. Por el contrario, la esperanza, como el amor, siempre está presta a encontrar nuevos objetos en los cuales realizarse, a los cuales ceder la posibilidad frustrada de los proyectos anteriores. >>





Silvia Bleichmar

(“La esperanza y la utopía” –fragmento–.
De: “No me hubiera gustado morir en los 90” ,
2006).